Cuando se comienza counselling, generalmente es porque se observa un cierto desequilibrio, una cierta insatisfacción en nuestra vida. Más importante aún es creer que este desequilibrio tiene solución.
Difícilmente una persona se mueve si piensa que algo no tiene solución.
Puedes ir a ver al gurú más reconocido, pero si no crees que lo que estás haciendo te va a servir, no hay mucho de qué hablar, ¿no?
En mi experiencia, las personas que más se han beneficiado del proceso terapéutico han sido las que han tomado este proceso con pragmatismo. Si por ejemplo, cuando descubro que callar lo que siento me hace estar peor, comienzo a expresar lo que me pasa a los que me rodean, voy a tener la experiencia que necesito para sacar un aprendizaje nuevo respecto a mi vida. Aprendizaje tras aprendizaje, comienzan a estar mejor y esta evidencia les anima a ir a por más, a implementar más cambios en sus vidas.
Esta actitud es tan importante que puede acortar mucho el proceso de counselling.
Pienso en una pareja. Hace unos años la conocí a ella, y luego vino su marido. Ambos estaban dispuestos a colaborar con las reflexiones que les hacía. Tenían claro que su actitud era la pieza clave para poder mejorar su bienestar.
En el counselling yo escucho, acompaño proponiendo reflexiones y dinámicas que pueden facilitar el darse cuenta de la situación propia del cliente y que estimulen la toma de la responsabilidad de su vida.
Algunos eruditos dicen que es un equilibrio entre «apoyo/frustración». Se estudia esta fórmula de la Gestalt: apoyo a la parte saludable y frustración de la neurótica. Esta era la fórmula preferida de Fritz Perls, el padre de la Gestalt. Aunque yo prefiero la fórmula de Laura, la madre de la Gestalt que propone «apoyo/reto —o desafío—» (en inglés: challenge).
Está claro que si yo propongo un desafío y el cliente me dice: «Vale, guay. No sé cómo será hacerlo, me parece una putada, pero ¡a por ello!»; vamos a tener una experiencia de trabajo muy diferente a si me dice: «Es que yo soy así y esto que me propones no me va». En el primer caso la persona colabora activamente, ya que no parece haber un apego a su conducta neurótica; mientras que en el segundo caso quizás haya más apego a su modus vivendi. Aunque no es solo una cuestión de apego, también es una cuestión de estar experimentando una dificultad mayor en reencontrarse y aliarse consigo mismo.
Está claro que en el counselling hay sitio para todo y a todos se les ofrece un espacio libre de juicio.
A diferencia de otros enfoques, la Gestalt pone como punto incuestionable la libertad del cliente de ser quien es y su derecho de experimentar lo que experimenta sin otra intención que facilitar el darse cuenta y su responsabilidad hacia su misma vida. El proceso se adapta completamente al rito y a las necesidades del cliente.
El enfoque Gestalt es, hoy día, el más flexible y respetuoso hacia la persona que decide abrirse a una counselling psicológica para encontrarse mejor.
Si sientes que ha llegado el momento de dar un paso al frente, recuerda que el proceso de counselling Gestalt conmigo te vendrá muy bien.