Los ojos más bonitos

Es increíble cómo Jack me mire con cara de desespero cada vez que como algo.

Como si no comiera desde hace meses cuando en realidad acaba de comer su bol de carne.

Y es cierto, para mí basta con su a mirada que yo interpreto como «por favor dame de comer, anda, con lo mono que soy, por favor, tengo mucha hambre» y no me resisto.

A veces me resisto y no le doy pero muchas veces me siento tan mal que le doy. 

Es que realmente … ¡tiene unos ojos tan bonitos!

Pero no solo me pasa con mi perro que gorrea la comida.

También me pasa con las personas.

Si yo intuyo o interpreto que necesitan algo a menudo sé lo doy aunque nadie haya manifestado nada.

Pensar que sé lo que le pasa a la otra persona (lo que quiere o que necesita) es neurótico y también algo arrogante.

Está claro que este aspecto de mi no me acaba de gustar.

A lo largo de mi vida he acabado teniendo muchos problemas por esta característica.

Ayer estuve hablando con una señora mayor, un amiga de familia, que está manteniendo a su hijo, a su mujer y a los dos hijos adultos de ella. 

Su hijo trabaja pero no es suficiente, su mujer trabaja a veces pero no está muy bien y sus dos hijos no trabajan.

Esta mujer invierte todo su dinero en darle de comer a su hijo y para hacer esto le da de comer a todos los demás también. 

Se está quedando sin un duro por parchear una situación que no se aguanta. 

Su marido no quiere dar tanto a la familia de su hijo, no lo considera justo. Ella da, de todas maneras, a pesar de que tanta generosidad se transforme en broncas monumentales con su pareja. 

Esta mujer tiene un problema por su inmensa generosidad.

Pero preguntemos un momento, ¿»que es» esta generosidad?

No quiero hacer otra cosa que observarme yo en primera persona. 

¿Es posible que tanta generosidad nazca del miedo a ser abandonada?

En mi infancia he aprendido que si no era útil podían prescindir de mí.

No digo que me lo hayan comunicado así de claro, yo lo he entendí así.

Lo que quiero decir es que a veces la generosidad esconde otra cosa, no es desinteresada.

Y si no es desinteresada no es sincera, no es líbero.

Si yo siento que la alternativa a la generosidad es el abandono no soy libre para ver si realmente quiero o no quiero dar.

La pregunta sería: «realmente quieres ser generosa o quieres que no te abandonen»; o dicho de otra manera: «si no tuvieras miedo a ser abandonada, querrías ser generosa igualmente?».

Quizás sí, quieres igualmente ser generosa y está bien.

Pero ¿puedes ver la gran diferencia de ser generosa desde el miedo o desde la libertad?

Si crees que ha llegado el momento de vivir desde la libertad las sesiones de counselling gestalt conmigo te interesan.

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Cristina