Es muy común vivir nuestro día a día de manera automática, y así no podemos percatarnos de si estamos haciendo lo que realmente queremos.
Hay mucha gente que hace un trabajo que no le gusta, no le llena, y no tienen ningún problema con ello. Tienen claro que es una fuente de ingresos y que no les define como personas. Como principal objetivo principal quieren cobrar, no que les satisfaga o que les ayude a realizarse.
Hay otras personas que se sienten violentos teniendo que emplear cada día su tiempo, su vida, en un sector que no les dice nada, que no les aporta nada. Para estas personas el trabajo es vivido como una misión que les permitirá transformar el mundo; y no menos importante, a sí mismos.
Creo que muchas personas no saben, no piensan, no creen que puedan hacer algo diferente.
Quizás se nos ha atrofiado la capacidad de soñar.
Esta capacidad que teníamos de peques, y que nuestro niño o niña interior aún sabe hacer, de cerrar los ojos y vernos llegar a la luna o descubriendo una partícula subatómica o una tumba egipcia. Solo por el gusto de soñar, jugar.
De repente nos volvimos adultos.
Poco a poco, como se consuman todas las tragedias de la vida, y sin darnos cuenta, hemos dejado de soñar. Ya no permitimos que nuestro corazón cante por el gusto de cantar.
Y lo curioso es que a menudo, una vez que recobremos la capacidad de soñar, de ilusionarnos, una vez que permitimos cantar nuestro corazón, es posible que descubramos que nuestro trabajo no está tan mal. Que lo podemos llevar a cabo sin drama ni pena.
Porque el verdadero drama es el silencio del corazón; cuando este órgano tan real y simbólico deja de hacer su función.
Dicen que el hambre viene comiendo. Entonces; ¿los sueños vienen soñando?
Te cuento una historia.
Hace tiempo me pidieron escribir entre 5 y 10 trabajos alternativos que hubiera querido hacer en lugar del mío. No supe hacerlo. Me encallaba con tonterías del tipo: «es que no sé hacer esto, debería estudiar lo otro, luego no encontraré trabajo…». Trivialidades realistas y abrumadoramente aburridas. Me sorprendió ver esta gran dificultad y quise profundizar con la propuesta.
Mi capacidad de soñar ha ido aumentando y aquí mi lista hoy:
- Enfermera.
- Bailarina/artista escénica.
- Exploradora/arqueóloga.
- Profesora.
- Escritora.
- Violinista/música.
- Cantante.
No está mal, ¿verdad? Más de cinco.
Me saldría espontáneo justificar el porqué y cómo no he seguido estos sueños: me resisto. Esta es mi incapacidad de dejar que el sueño sea un sueño. Un sueño no quiere realizarse, un sueño solo quiere ser soñado.
Bueno, esta dinámica me ha ayudado a flexibilizarme un poco y te la propongo, por si te puede resultar interesante volver a soñar. Quizás tus sueños te guíen hacia tu verdadera pasión.
Puedes llevar esta propuesta a otros ámbitos de la vida, ¡creatividad al poder!
Si quieres que te acompañe para recuperar tus sueños, la counselling Gestalt conmigo te interesa.
Que tengas un feliz miércoles.